Por Rafael Bautista S.
Se trataba de un deicidio, lo que desata un odio infinito: el bien contra el mal (¿dónde que la modernidad no era religiosa?). La insensatez de la respuesta desata la condición original del conquistador (el inicio de su marcha lúcida hacia la destrucción total): el genocidio global. Pero ahora el conquistador, triunfante, y con la bendición mediática, ya no necesita ocultar sus intenciones. Se hace cínico. Produce terror para acabar con el terror imponiendo más terror. Las crisis que genera ya no le quitan el sueño, pues generando más crisis cree estar lejos de ella y, si pese a todo, la crisis le llega, entonces la exporta. Un mundo sin alternativas es preso del terror. Las guerras de cuarta generación expresan esta apuesta. La reconquista moderna busca acabar con aquello que su tecnología ha desplazado y hecho prescindible: los sobrantes, los pobres del mundo. Ya Toffler sentenciaba, de esta manera, a los “casualties” del mercado: “se los va a cortar brutalmente”.
Por eso las pandemias ya no han de ser casuales, son parte de
una estrategia. Si USA ya podía fabricar armas biológicas, en Los Alamos,
usando muestras de gripe aviar de la propia OMS; no resulta raro que
laboratorios militares gringos ya hayan perfeccionado estas armas con virus
porcino, aviar y otros que no tienen respuesta inmunológica. Diversas
investigaciones actuales señalan que estos laboratorios han alterado
enfermedades virulentas, de tal modo, que ya no hay defensa contra ellas y que
éstas, además, han sido esparcidas en diversos lugares del planeta. Algo que
llama la atención: en 1971, la CIA había proveído a gusanos cubanos de virus
que causan fiebre porcina; seis meses después, en Cuba, se tuvo que sacrificar
medio millón de puercos y, ojo, la población fue posteriormente afectada por el
dengue (la reciente epidemia de dengue que sufrió Bolivia, podría estar ligada
a algo que ya se venía denunciando: la fumigación sospechosa de extensas áreas
del Chapare, por parte de la DEA, antes de su retiro forzoso).
Esto es parte de una planificación del desastre o una
producción por la destrucción, como aquella que sufren los animales que luego,
son consumo humano (el hacinamiento, la alimentación artificial de suplementos
hormonales y químicos –que coadyuvan a la evolución de enfermedades patógenas–,
responden a un principio de rentabilidad, inherente a la lógica del capital);
pues estos son objeto, dentro de la producción pecuaria, de un
descuartizamiento físico y psicológico: todo esto es posteriormente depositado en
nuestra corporalidad porque es nuestro alimento principal. Un modo de
producción es también responsable de estas hecatombes. Lo cual se halla además
relacionado con toda una estrategia global de expansión de mercados. La gripe
porcina aparece justo cuando las grandes corporaciones farmacéuticas registran
serias bajas en sus cotizaciones; es el caso de la suiza Roche, que controla el
90% de tamiflu (producto altamente demandado para contrarrestar la gripe
porcina). Para poner el cherry sobre la torta: Gilead Science Inc., tiene los
derechos sobre el fármaco tamiflu y, cosa curiosa, Donald Rumsfield, ex
secretario de defensa de la administración Bush, dirige tal consorcio. Provocar
una pandemia se trataba de un negocio altamente rentable.
La especulación ha dado lugar al terror diseminado en el
planeta entero. Puede que haya sido un ensayo global, pero lo que ese ensayo ha
demostrado es esto: el mundo es rehén del capital. Si no hay alternativas la
única salida parece acabar con todo. Esta es la apuesta del debacle imperial:
si cae está dispuesto a que todo el mundo caiga; por eso apuesta por el terror
y regresa a su condición original: su última cruzada civilizatoria es la
reconquista (si el mundo no se le somete, está dispuesto a acabar con el mundo
entero). Por eso se reconoce en el terrorismo que ha creado y diseminado; en
eso consiste su ceguera: en nunca responsabilizarse de aquello que ha desatado.
Como la oposición en Bolivia; que prefiere el descuartizamiento nacional a
reconocer lo indigno de sus privilegios. Esta ceguera ya no es motivo de culpa
sino de soberbia. Cuando el soberbio se hace cínico ya no necesita mentir: su
amenaza no esconde nada.
Doble tarea para los medios: bendecir el terrorismo y luego
ejercerlo. También son suicidas, porque el terror mediático que difunden,
amputa ya la poca credibilidad que todavía poseen. Después de las últimas
revelaciones que involucran a quienes ya habían desatado el golpe
cívico-prefectural (el prefecto Costas, el cívico croata Marikonvic, el
ganadero –y ex ministro del general Banzer– Nayar, el empresario agropecuario
Roca, etc.), no cesan ni concluyen los altisonantes pronunciamientos de las
figuras mediáticas en defensa del “supuesto” terrorismo (ahora reclaman que las
imputaciones sean puras declaraciones cuando, en la “Masacre del Porvenir”,
puras declaraciones les sirvieron para inventar un “enfrentamiento”, que nunca
fue “supuesto”). Seguirán vociferando, como el torturador que amedrenta a su
víctima. Pero la lección última nos sirve para cuidarnos de esa otra pandemia
que amenaza la salud moral del mundo: la mediocracia.
La Paz, mayo de 2009
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