JUAN JOSÉ BAUTISTA S.
IX.
DE LA DIALÉCTICA MODERNA DEL DESARROLLO DESIGUAL HACIA UNA DIALÉCTICA
TRASCENDENTAL DEL DESARROLLO DE LA VIDA HACIA UNA IDEA DEL DESARROLLO
TRANSMODERNO
LA
DIALÉCTICA DEL DESARROLLO DESIGUAL
¿Qué tiene que ver
todo esto con la dialéctica? Habitualmente, los análisis que se hacen no
permiten entender a cabalidad el problema estructuralmente hablando, solamente
describen el fenómeno o hecho y a partir de ahí deducen causas, que normalmente
son otros fenómenos, y así quieren los analistas explicar los fenómenos con
otros fenómenos, con lo cual al final no se aclara nada porque se quedan en la
superficie o apariencia del problema. De lo que se trata es de trascender el
fenó- meno cognitivamente para poder trascender realmente el problema en
cuestión. Desde Marx sabemos que el capitalista, para poder explotar o dominar,
necesita producir su propio explotado o dominado, es decir, necesita producir
su propia contradicción para poder ser, permanecer y desarrollarse. Si no
produce relaciones de dominación y explotación sistemáticamente, no puede
producir y reproducir plusvalor, ganancia y capital. Esto es, para poder
producir más incremento de ganancia, necesita producir más explotados,
dominados, atrasados y dependientes. Y esta realidad que sistemática y
objetivamente produce el capitalista, necesita no sólo mantenerla sino desarrollarla,
sofisticarla de tal modo que dicha realidad que le permite ser dominador, rico
y desarrollado, se pueda mantener hasta la eternidad, porque sabe que su propia
realidad de poderoso y rico depende de eso. Sabe que la ganancia no cae del
cielo, sino de la posibilidad que tiene de extraer a otros y a la naturaleza la
riqueza contenida en ellos. Marx descubrió que esta interrelación en la cual
sólo unos cuantos ganan y los demás pierden, incluyendo la naturaleza, es
dialéctica, pero es una dialéctica invertida o mixtificada, de cuya
mixtificación era su mayor exponente Hegel, porque esta dialéctica, no sólo
producía contradicciones, sino que producía sistemáticamente contradicciones
desiguales, es decir, esta dialéctica de la contradicción, necesitaba y
necesita producir sistemáticamente desigualdades para poder desarrollarse. Pero
acá lo desarrollado era sólo una parte de la relación, no la relación entera,
por eso decía que el capitalismo desarrolla al capitalista o las formas de
explotación de éste, pero empobrece y embrutece al obrero, y hace esto en
nombre de la humanidad, porque el burgués cree que él encarna lo que el ser
humano es, pero no así el obrero o el habitante del tercer mundo, porque cree
que éstos no son desarrollados y además pertenecen a culturas inferiores, o
sea, subdesarrolladas, es decir, menos humanas. Esto es, la realidad dialéctica
que el capitalismo produjo y que desarrolló la modernidad teóricamente permite
desarrollar sólo la humanidad del capitalista o de los habitantes de los países
capitalistas del primer mundo, pero no de toda la humanidad, porque la
humanidad de los pobres, que son el 80% de la población mundial, no sólo no es
desarrollada, sino que es pisoteada y humillada en nombre del desarrollo de la
humanidad burguesa y moderna. Por ello, el incremento de desarrollo se ve
inmediatamente en los países del primer mundo y no así en los del tercer mundo,
a los que el desarrollo les llega como subdesarrollo, como atraso y
dependencia. Por ello afirmamos que la concepción moderna de desarrollo produce
una dialéctica del desarrollo desigual entre países del primer y el tercer
mundo, porque para que los países del primer mundo puedan ser desarrollados,
necesitan producir nuestro propio subdesarrollo sistemática y estructuralmente.
Para esto ha servido y 266 sirve la estructura económica, la estructura de
clases y la estructura de valores producida por esta estructuración de la
producción capitalista. La dialéctica es la forma racional ideal que la
modernidad ha creado para autocomprenderse a sí misma, es decir, con la
dialéctica la modernidad ha producido la manera moderna de la autocomprensión,
que considera como la manera en sí misma o más humana de la autocomprensión
posible. No por casualidad Hegel, que es uno de sus grandes intelectuales, es
quien da forma filosófica a esta autocomprensión autorreflexiva de la propia
modernidad. Pero paradójicamente, una vez que Marx descubre la falacia de esta
forma racional y argumentativa de justificar el desarrollo de las
desigualdades, haciendo una crítica radical a esta forma lógica de razonamiento
que objetivamente existe en la realidad, la propia ciencia social burguesa se
encarga de ocultarla, negarla y condenarla al olvido, para que por medio de la
racionalidad dialéctica no se sigan descubriendo las grandes contradicciones y
falacias de la modernidad. Objetivo que se ha cumplido casi a cabalidad con las
obras de Weber y Popper y que científica e ideológicamente se impuso casi con
éxito después de la caída de los socialismos reales. Paradójicamente, la
ciencia social crítica de origen marxista no pudo seguir desarrollando esta
crítica que Marx hace no sólo al capitalismo sino también a su método o forma
racional de autocomprensión. Porque el problema es dialéctico, esto es, de
contradicciones objetivas que han producido el capitalismo y la modernidad, y
que necesitan seguir reproduciendo para seguir desarrollándose. Y si seguimos
razonando de acuerdo a la racionalidad que la modernidad ha producido,
seguiremos reproduciendo el tipo de realidad que ella ha producido y contra el
cual supuestamente estamos en contra. De lo que se trata entonces es de ir más
allá de este tipo de contradicción, es decir, se trata de ir más allá de las
contradicciones perversas que la modernidad ha producido. Dicho de otro modo,
se trata de ir más allá de la dialéctica desigual que la modernidad ha
producido para poder desarrollarse. Evidentemente, cuando hablamos ahora de la
dialéctica, ya no estamos refiriéndonos a la dialéctica de la modernidad, sino
a la que Marx insinúa desarrollar en El Capital; es decir, cuando Marx afirma
que a la mixtificación que la dialéctica ha sufrido en manos de Hegel hay que
ponerla de cabeza, a lo que nos referimos es a esta dialéctica a la que Marx se
está refiriendo. Si en Hegel aparecía invertida –o sea, de cabeza–, Marx ahora
la va a poner de pie, pero Marx mismo afirma que no es que solamente el método
o la dialéctica estén invertidos, sino que la realidad que produce el
capitalista y, en este caso, la modernidad es la que ahora está invertida. De
lo que se trata entonces es poner ambos, tanto el método dialéctico como la
realidad, de pie, porque ambos están de cabeza, tanto la teoría como nuestra
realidad. ¿En qué consiste esta inversión que Marx denuncia, cuestiona y critica
en El Capital? El burgués y el capitalista afirman tozudamente que, sin el
capital (como dinero), el capitalismo (como relaciones de producción) y el
mercado capitalista (como relaciones de consumo), no sólo no habría desarrollo
humano, sino que no habría vida humana, o que ésta estaría literalmente
condenada a la extinción, o que la humanidad sin el capitalismo estaría sólo en
la Edad de Piedra. El burgués y el capitalista afirman obcecadamente que, si no
fuera por el mercado capitalista, nos estaríamos comiendo vivos entre los seres
humanos, porque no habría instancia que tendiese a armonizar todos los
intereses, deseos y anhelos que la humanidad toda ha ido produciendo a lo largo
de su historia. Por eso afirman el burgués y el capitalista que el mercado capitalista
no sólo puede satisfacer toda necesidad humana, sino que permite que lo que de
humano hay en el ser humano se pueda desarrollar plenamente. Dicho de otro
modo, en el presente, todo lo que hay de humanidad, justicia, respeto por el
individuo y las leyes, etc., se lo debemos al capital, al mercado capitalista y
al desarrollo moderno que éste promueve. Por ello deduce el capitalista que lo
mejor que la humanidad pudo haber creado a lo largo de toda su historia es el
capitalismo; que más allá de él no hay ni podrá haber nada mejor; que frente al
capitalismo, el cual expresa la verdadera esencia humana, lo único que se opone
es la barbarie. Dicho de otro modo, el capitalista afirma que el capital lo es
todo y el ser humano no es nada, que la única forma que tenemos de desarrollar
lo humano es desarrollando el capitalismo, que él y su mercado son los que, por
la armonía inherente a la que tiende el mercado capitalista, van a solucionar
los problemas humanos, los van a mejorar y los van a desarrollar, por eso lo
más deseable para cualquier país, pueblo, región o continente es que se sumerja
lo más pronto posible en relaciones capitalistas de producción para solucionar
todos sus problemas. Sin embargo, Marx va demostrando sistemáticamente que
todas estas promesas del burgués, del capitalista y su forma de producción son
una literal falacia cuando se trata de la humanidad y la naturaleza, pero que
son una plena realidad cuando se trata del capitalista y el burgués. Mas el
problema radicaba y radica aún en que, produciendo el capitalismo
permanentemente relaciones de explotación y dominio, aparentemente parece que
cumple con sus promesas, porque a diario vemos no sólo la ampliación de
relaciones de mercado, sino la ampliación y desarrollo de producción de mercancías,
las cuales en apariencia satisfacen las crecientes necesidades humanas. Esto
es, parece que el capitalismo desarrolla a la humanidad, pero en el fondo es
sólo eso, apariencia. Y cuando uno se deja llevar por esas apariencias, llega a
pensar o creer que en verdad hay desarrollo para todos. Por eso, muchos
gobiernos progresistas de izquierda no se hacen problemas por mantener este
tipo de relaciones de producción y mercado en sus países, porque quieren que
ese desarrollo llegue a nuestros países. Pareciera que la historia de la
socialdemocracia alemana de principios del siglo XX sintetizara la historia de
la izquierda latinoamericana y mundial, porque, de empezar siendo bien
revolucionarios, terminaron siendo bien de derecha, no sólo capitalistas, sino
hasta neoliberales. ¿Por qué ha sucedido esto? Marx explica en todo El Capital
que el mercado capitalista produce no sólo un tipo de consumo y producción,
sino que produce un tipo de realidad, en este caso la inversión de la realidad,
en la cual aparentemente el capitalista y el burgués, el capital y el mercado
capitalista, son los que producen en verdad el desarrollo, los que producen las
fuentes de trabajo, los que dan trabajo, los que dan salario, los que acumulan
grandes cantidades de capital para financiar grandes proyectos para construir
grandes carreteras, grandes edificios, grandes fábricas y maquinarias para
desarrollar los países, pero son también los que crean los satisfactores con
los cuales la humanidad se alivia de tanto trabajo, enfermedades, etcétera. Así
pues, cuando se ve la realidad con los simples ojos, en apariencia esto es lo
que la realidad muestra, la inversión de la realidad, que consiste en creer que
el capital (como dinero) es la fuente de la solución de todos nuestros males y
que por eso, si quiero ser humano –o sea, libre–, tengo que hacer lo posible
por tener acceso al gran capital, porque éste es el que soluciona todos los
problemas económicos, sociales, humanos y de desarrollo. El capitalismo
reproduce de tal modo esta comprensión de la realidad que al final hasta los
pobres del tercer mundo ahora creen de verdad que es así, por eso no se hacen
ningún problema en mantener relaciones capitalistas. Es más, hasta gobiernos
progresistas del tercer mundo, estando en contra del capitalismo, no se hacen
problemas con mantener e impulsar al interior de sus países este tipo de
relaciones de producción y consumo. La inversión de la realidad se ha impuesto.
Esto es, se ha impuesto la inversión en el sentido de que ahora se cree o se
piensa que la solución a nuestros males pasa por tener o no gran capital,
grandes inversiones o, si no, grandes préstamos. Hasta en el mundo de la vida
cotidiana se ha impuesto la inversión de la realidad, porque hasta la gente
sencilla y común piensa que es pobre porque no tiene capitalcito. Si esto es
así, ¿en qué consistiría la inversión de esta inversión? La gran investigación
que Marx opera en El Capital, es para mostrar que es falso que el capitalista,
el capitalismo y el mercado capitalista sean los verdaderos creadores de
riqueza. Marx muestra que esto es pura apariencia, porque en realidad la
riqueza en general, incluyendo el capital, es producto del trabajo humano y la
riqueza contenida en la naturaleza, que, si no existieran estos dos
componentes, sería imposible cualquier forma de riqueza, producción o
desarrollo humano, es decir, sería imposible cualquier forma de economía y de
vida. Porque si fuese cierto que sin capital somos nada, entonces ¿cómo se
podría entender el surgimiento y desarrollo de tantas civilizaciones anteriores
al capitalismo que han producido grandes logros e inventos con los cuales han
contribuido a la humanidad entera? Si fuese verdadera la afirmación
capitalista, entonces no se podría entender con qué capital hicieron nuestros
ancestros Tiwanaku o Machu Picchu, testimonios de la gran capacidad
arquitectónica, productiva y desarrolladora de una forma completa de vida, y
todo sin un céntimo de capital, pero, eso sí, con trabajo humano y con
naturaleza productora de los materiales para esas construcciones, y también del
alimento con el cual esos trabajadores se alimentaron mientras producían esas
grandes construcciones milenarias. Si hay trabajo humano y naturaleza viva, hay
no sólo producción, economía y vida humana, sino también otras formas de
desarrollo, pero de la vida, no del capital. El capital crea riqueza
capitalista pero no riqueza humana, porque para poder producir más capital
necesita someter, negar, explotar y dominar al trabajador. Para poder hacerlo,
necesita producir la pobreza y miseria del trabajador, de tal modo que éste
esté dispuesto a venderse como mercancía-trabajo. Lo empobrece de tal modo, que
al final el trabajador piensa que sin dinero es nada. Como no tiene nada, salvo
su fuerza de trabajo, su propia corporalidad, para poder vivir necesita
venderse a sí mismo, o vender su fuerza de trabajo, para conseguir dinero con
el cual reproducir su vida. Los pueblos o países que el capitalismo y la
modernidad han empobrecido, cuando se han enajenado de su propia humanidad, o
sea, cuando se ven a sí mismos desde la inversión de la realidad, piensan lo
mismo, esto es, que sin dinero o sin capital, es decir, sin inversiones o
préstamos son nada, y que cualquier tipo de política de desarrollo es imposible
sin el dinero capitalista, sin grandes inversiones o préstamos; al final, se
ven a sí mismos con los mismos ojos con los que el dominador del primer mundo
nos ve. Pobres y miserables, sin dinero y capital, pero, eso sí, con grandes
cantidades de riqueza natural y mineral explotables sólo si se tiene gran
industria o gran capital. Así como el burgués y el capitalista del primer mundo
ven a los pobres del tercer mundo, sólo como fuerza de trabajo, el gran capital
mira a los países pobres del tercer mundo sólo como proveedores de materia
prima a ser elaborada por ellos. Esto es, si cuando aparecemos como
trabajadores se nos ve sólo como mano de obra barata, cuando aparecemos como
países pobres se nos ve sólo como proveedores de materias primas baratas. Esto
es, como personas valemos sólo como fuerza de trabajo, o sea, como
corporalidad. En cambio, como pueblos valemos sólo como riqueza natural, porque
nuestra naturaleza ahora es nuestra propia corporalidad. La riqueza contenida
en nuestra naturaleza es nada sin la riqueza contenida en nuestro trabajo. De
esta riqueza es de la que se apropia el gran capital gracias al subdesarrollo y
la miseria que ha producido y sigue produciendo en nuestros países. Así como
durante el proceso de trabajo se extrae la capacidad y la fuerza de trabajo contenida
en nuestra corporalidad, en el proceso de explotación de nuestras riquezas
naturales se extrae la fuerza con la cual nuestra Madre Naturaleza nos ha
sostenido y nos sostiene. Porque el proceso de producción capitalista sólo sabe
extraer la fuerza, o sea, la vida contenida tanto en el trabajo humano como en
la naturaleza, pero extrae esta vida no para reproducirla sino para chuparla,
para poder reproducir más y más capital y ganancia. Por eso el capitalismo no
produce vida sino muerte, tanto del trabajo humano como de la naturaleza. Esto
es lo único que en verdad sabe desarrollar, lo demás, carreteras, edificios,
aviones, etc., son sólo apariencia. Por eso Marx dice que el capitalismo sólo
sabe desarrollar formas de explotar más y más tanto al trabajo humano como a la
naturaleza, pero no desarrolla al ser humano, mucho menos a la naturaleza. Si
esto es así, ¿tendrá sentido intentar siquiera persistir en esta forma de
economía, de producción y de desarrollo? Para el capitalista es obvio que tiene
sentido, porque su vida depende de ello, pero para la humanidad, especialmente
la que padece esta forma de economía y desarrollo, es un literal sinsentido, o
sea, irracional. Pero ahora estamos hablando de otra racionalidad, la de la
vida, no la del mercado; para esta última, la vida es sólo una mediación más
para lograr el fin de la ganancia y del capital, que es su incremento hacia el
infinito. Dicho de otro modo, cualquier posición humana o política que sea
crítica del capitalismo y que parta de la comprensión de que sin dinero o
capital no se puede impulsar ningún tipo de desarrollo, está partiendo del
mismo horizonte o fundamento que quiere cuestionar y a la larga va a recaer en
lo mismo que supuestamente crítica y quiere superar. La inversión consiste en
creer que sin dinero o capital somos nada. La inversión de esta inversión –o
sea, el poner la realidad de pie– consiste en saber, en comprender, que en
verdad sin trabajo humano y sin naturaleza somos nada, no hay nada, ni capital.
Cuando ponemos la realidad de pie, es decir, cuando la vemos y nos relacionamos
con ella como lo que en realidad es, partimos entonces de la necesidad de
recuperar el verdadero valor del trabajo humano y la naturaleza como las únicas
fuentes a partir de las cuales es posible producir y reproducir no sólo un tipo
de vida sino una forma de desarrollo humano en concreto. Esto quiere decir que
ahora la atención ya no debe centrarse en la búsqueda de dinero o capital, sino
en la revalorización de nuestra capacidad de trabajo, del tipo de trabajo que
histórica y culturalmente hemos desarrollado, de la relación que histórica y
culturalmente hemos desarrollado con la naturaleza y de la concepción de
trabajo de la cual culturalmente somos herederos y que el capitalismo no sólo
ha explotado, sino que quiere sistemáticamente negar hasta descalificarlo
completamente de tal modo que aparezcamos como cosas, como objetos carentes de
sentido. Pero también implica recuperar consciente y explícitamente la
naturaleza como otro de los sujetos participantes de la producción de esta otra
forma de vida. Implica no concebirla más como el capitalismo y la modernidad la
conciben, como objeto, es decir, como mercancía. Implica tomar consciencia de
los presupuestos sobre los que se yergue el capitalismo y la modernidad para no
partir de ellos, porque todos ellos conducen a la misma forma de explotación
que queremos negar y superar. Esto quiere decir que pasar de la dialéctica del
desarrollo desigual que el capitalismo ha producido a otra forma de dialéctica
y de desarrollo, implica no partir de su mismo horizonte de contradicciones,
implica tomar ahora el capitalismo y la modernidad como la contradicción real a
ser superada, y esto implica partir de otro horizonte de comprensión a partir
del cual aparezcan ahora el capitalismo, su concepción de desarrollo, su
horizonte cultural y su forma de producción como la contradicción negativa a
ser superada. Solamente desde este otro horizonte de comprensión aparece recién
aquello que ahora sí debe ser desarrollado por nuestro propio proceso de
transformación y de cambio. Aquí es donde por primera vez aparece la
posibilidad de producir una verdadera revolución y no así otra emancipación más
dentro del desarrollo de la modernidad, que a lo único que ha conducido hasta
ahora es a transitar de una forma de dominación a otra. Ya es hora de que
vayamos más allá del eterno retorno de formas de dominio diferentes, de
oligarquía en oligarquía, de clases dominantes hacia otras formas de dominio.
…continuara…