IX.
DE LA DIALÉCTICA MODERNA DEL DESARROLLO DESIGUAL HACIA UNA DIALÉCTICA
TRASCENDENTAL DEL DESARROLLO DE LA VIDA HACIA UNA IDEA DEL DESARROLLO
TRANSMODERNO.
EL
CAPITALISMO COMO PRODUCTOR DE DESARROLLO DESIGUAL. EL PROCESO DE PRODUCCIÓN DEL
SUBDESARROLLO
Una pequeña revisión
de la historia de los intentos de industrialización en Latinoamérica nos está
permitiendo entender de mejor modo este problema tan actual no sólo para
Bolivia sino para todos los países llamados subdesarrollados o en vías de
desarrollo. Aparentemente, la solución a todos nuestros problemas está en la
industrialización moderna, o sea, en producir en nuestros países un desarrollo
moderno. Sin embargo la historia de América Latina, especialmente durante el
siglo XX, muestra que intentar imponer en nuestras realidades este tipo de
desarrollo o industrialización es justamente la causa de nuestro subdesarrollo.
Cuando a principios del siglo XIX nuestros países empiezan a incorporarse al
mercado mundial, no sólo éste ya existe, sino que había impuesto sus propias
reglas de participación en dicho mercado. Si tienes mercancías que vender a
buen precio, es decir, baratas y de calidad, ingresas; de lo contrario, estás
fuera. En América Latina había cantidades infinitas de materias primas para ser
explotadas, pero sin haber sido industrializada; en cambio, en Europa y Estados
Unidos había muchas mercancías elaboradas y procesadas a muy buen precio para ser
compradas al mejor postor; es más, estos países, para producir más mercancías a
muy buenos precios, necesitaban urgentemente materias primas para seguir de
modo constante con la producción. Ahora, por la historia económica de nuestros
pueblos sabemos inmediatamente que los países latinoamericanos que se
independizaron tenían necesidad de muchos ingresos económicos para sufragar los
gastos de las guerras de independencia y, por supuesto, para iniciar nuestros
despegues económicos. Ninguno tenía industria establecida o desarrollada, pero
todos teníamos abundante cantidad de materia prima y, además, abundante
cantidad de mano de obra barata. Así que, espontáneamente, casi todos nuestros
países optaron por ingresar en el mercado mundial como productores de materias
primas, en estado bruto y nada más. Era la manera de producir ingresos
inmediatos y, para las oligarquías de aquel entonces, fue la forma más rápida
de enriquecerse o de recuperar la riqueza que habían perdido durante las
guerras de independencia. Paralelamente, los países de primer mundo, en
especial Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, necesitaban, para seguir
produciendo más mercancías competitivas, abundante materias primas baratas,
porque la producción local de materia prima no sólo empezaba a agotarse, sino
que la mano de obra barata empezaba poco a poco a encarecerse por las luchas
que las clases obreras impulsaban permanentemente en esos países para mejorar
sus niveles de vida. Además, la producción de mercancías competitivas implicaba
no sólo tener materia prima barata, sino capacidad industrial para producir
más, mejor y a precios baratos, de tal modo que sus mercancías pudieran ser
sumamente competitivas en el mercado. En Gran Bretaña, desde principios del
siglo XVIII se había llegado a la certeza de que la única forma de
desarrollarse económicamente hablando era desarrollando la industrialización
para poder producir más, mejor y más barato. Lo mismo sucedió en Francia y
luego en Estados Unidos y Alemania. Desarrollar la gran maquinaria y la
industria se constituyó en algo fundamental, capital y estratégico. Al
principio, cada país recurrió a sus propias tecnologías ancestrales para
empezar a desarrollar poco a poco la técnica, la tecnología y luego la
industrialización de esas técnicas y tecnologías, proceso que se conoce como la
primera industrialización, que tuvo lugar a mediados del siglo XVIII. Este
proceso bastaba para pasar de la manufactura al primer tipo de maquinaria
industrial. El ejemplo máximo se da en el modo de fundición que se utilizó para
producir la primera industrialización: bastaba con tener un horno de fundición
cuasi ancestral. Sin embargo, la mejora de la técnica, la tecnología y la
producción de otro tipo de aceros, metales y aleaciones exigió desarrollar la
propia técnica de fundición de metales, es decir, la creación de grandes hornos
de fundición industriales. Cuando sucedió esto, apareció por primera vez en la
industria lo que ahora se conoce como la producción industrial de fábricas de
fábricas, con lo cual se entró en la segunda industrialización: de la
producción de mercancías ahora se pasaba a la producción de grandes maquinarias
y de fábricas. A principios del siglo XIX, justo cuando nuestros países se
estaban emancipando, Gran Bretaña ya había hecho el pasaje de la primera a la
segunda industrialización, gracias a lo cual fue posible, primero, la industria
del ferrocarril y, luego, la producción de grandes barcos a vapor. La
producción textil fabril ya era toda una realidad en Gran Bretaña, esto es,
Gran Bretaña ya podía producir grandes cantidades de mercancías a precio
económico, y para esto, para poder desarrollar este tipo de producción, de
economía e industria, necesitaba expandir sus mercados más allá de Europa,
porque aquí no sólo tenía competencia, sino que ya había fuertes disputas por
el derecho a tener mercados propios (las guerras bonapartistas son en parte
para defender la industria y el mercado franceses de la intromisión de los
ingleses). Esto quiere decir que a Gran Bretaña le interesaba mucho que nos
independizáramos, porque, libres de España, podíamos ser fértiles mercados para
los productos manufacturados y elaborados por su creciente industria, y,
además, ser grandes proveedores de las materias primas que ellos tanto
necesitaban. Desde principios del siglo XIX, Estados Unidos se da perfecta
cuenta de que la única forma que tienen de desarrollarse, es expandiendo su
mercado hacia América Latina, es decir, constituirnos en su mercado y, a su
vez, en proveedores de materias primas, esto es, hacer con nosotros lo que Gran
Bretaña estaba haciendo con todo el mundo. Estas condiciones del mercado
mundial hicieron que ingresáramos en él como proveedores de materias primas y a
su vez como consumidores de mercancías o productos ya elaborados por la industria
inglesa, europea y luego norteamericana. Dicho de otro modo, al convertirnos en
consumidores de sus mercancías, automáticamente nos convertíamos en proveedores
de materias primas, porque era lo único que teníamos para pagar sus mercancías.
En ese entonces, ingresar en el mercado mundial como productores de mercancías
elaboradas implicaba tener lo que no teníamos, industria. Además, ya en ese
momento tener industria implicaba haber hecho el pasaje a la segunda
industrialización, cuando ni siquiera habíamos hecho la primera, es decir, en
cuanto a producción en general todavía estábamos en la manufactura. Gran
Bretaña y los países europeos capitalistas sabían que la única forma de que
nuestras economías pudiesen ingresar en el mercado mundial era como proveedores
de materia prima y nada más, y que justamente por ello nosotros éramos grandes
posibles consumidores de sus mercancías, y que esta situación era ideal y
propicia para que ellos pudiesen seguir desarrollando su técnica, tecnología e
industria para producir más y mejor, porque, al ser consumidores de sus
mercancías, les permitíamos vender lo que habían producido, es decir, les
permitíamos seguir produciendo ganancias de este proceso de producción
exclusivamente a ellos, ganancia con la cual podían seguir invirtiendo en la
producción de nueva ciencia y tecnología para producir nuevas formas de
producción industrial. Dicho de otro modo, gracias a la compra que nosotros
hacíamos de sus productos, al precio que estipulaban sus mercados, muchas veces
impuestos por ellos mismos, nosotros financiábamos en parte el desarrollo de su
propia industrialización. De tal modo que, cuando nosotros queríamos tener
industria, no sólo no teníamos capitales para ello por el elevado costo de
ésta, sino que teníamos que comprársela a ellos, los productores no sólo de
mercancías elaboradas sino también de conocimiento, técnica e industria con la
cual producirlas; esto es, desde el principio estuvimos obligados a comprar
desde las mercancías hasta la industria y la tecnología con las cuales producir
siquiera para el consumo local. La respuesta natural de algunos de nuestros
países fue cerrar nuestras fronteras a la importación de mercancía europea,
esto es, optaron por el proteccionismo. La contrarrespuesta del capitalismo fue
la guerra total contra nuestro proteccionismo. La casi total destrucción del
primer país industrial latinoamericano, Paraguay, a mediados del siglo XIX por
Gran Bretaña apoyada por las oligarquías brasileñas, uruguayas y argentinas no
es casual. Durante el siglo XX, los pocos intentos de industrialización que
hubo después de la Segunda Guerra Mundial, fueron ahogados por cruentos golpes
de Estado propiciados por el nuevo amo imperial. Mientras tanto, la técnica, la
tecnología y la industrialización han seguido desarrollándose de tal modo, que
ahora ya se está haciendo el pasaje de la industrialización a la robotización y
la cibernética, y nosotros seguimos siendo proveedores de materias primas a
precios baratos que estipulan obviamente los mercados del centro controlados
por las grandes corporaciones transnacionales. Y todo este proceso ha sido
hecho, impulsado y desarrollado por la misma concepción con la cual se han
desarrollado, casi sin interrupciones hasta ahora, el capitalismo y la
modernidad, explotando el trabajo humano y la riqueza natural de los países del
tercer mundo. Dicho de otro modo, el desarrollo del desarrollo moderno no ha
sido propiciado sólo por el desarrollo de la ciencia, la técnica y la
industria, sino por la explotación inmisericorde tanto del trabajo humano como
de la naturaleza de los países del tercer mundo. Por esto decimos que el
desarrollo moderno no sólo nos ha subdesarrollado, sino que ha producido en
general un desarrollo desigual entre los países capitalistas del primer mundo y
los del tercer mundo, esto es, que, desarrollándose ellos, a nosotros nos han
subdesarrollado. Éste es el tipo de desarrollo desigual que el capitalismo y la
modernidad han producido en nuestra realidad. La pregunta que se plantea
entonces sería la siguiente: si un país como Bolivia quiere desarrollarse a
imagen y semejanza de los países del primer mundo, ¿a quiénes tendrá ahora que
explotar?; es decir, ¿qué trabajo humano tendrá que explotar y durante cuánto
tiempo para poder hacer su acumulación originaria, o sea, acumular capitales de
tal modo que no tenga que verse obligado a comprar tecnología, sino poder
producirla? Por otro lado, teniendo como parte fundamental de su pueblo a
pueblos que no tienen la misma concepción de la naturaleza que los países del primer
mundo, ¿se atreverá a explotar a la Pachamama como lo hicieron y siguen
haciendo los países desarrollados del primer mundo? Cuando uno parte de la
visión que los pueblos originarios tienen de toda la realidad, la única forma
de desarrollo que se deduce no es la moderna, es más, esa concepción de
desarrollo aparece ahora como irracional por la enorme capacidad destructora
que ha generado, produciendo a lo largo de estos cinco siglos crisis y más
crisis como la de ahora, donde, como siempre, quienes pagan son los pobres y la
naturaleza. Como decía Marx, el capitalismo (y en este caso la modernidad) lo
único que sabe desarrollar son las fuerzas productivas y el capital, a costa
del ser humano y la naturaleza. Ahora de lo que se trata es de desarrollar al ser
humano y la naturaleza a costa del capitalismo, las fuerzas productivas que
éste ha producido y la modernidad que lo ha cobijado. Esto quiere decir que del
desarrollo de la mercancía y el capital ahora hay que pasar al desarrollo de la
vida humana y la naturaleza, y para esto la experiencia histórica y cultural de
nuestros pueblos largamente condenados al olvido se torna fundamental, máxime
cuando ahora, por primera vez en la historia, asistimos a la posibilidad de que
la naturaleza, la vida que ella ha producido y produce, se pueda agotar. Si
esto ocurriese, la vida humana sería imposible. Desarrollar, entonces, este
tipo de responsabilidad, de cuidado de la naturaleza y de solidaridad con los
miles de millones de hambrientos y pobres que hay en el mundo, aparece ya no
sólo como una alternativa más, sino como la opción más racional si no queremos
seguir viviendo atrapados por la irracionalidad moderna, persistiendo no sólo
en su forma de vida sino, en este caso, en su concepción de desarrollo.
DEL
DESARROLLO DESIGUAL AL DESARROLLO DE LA VIDA
Como podemos ver, el
capitalismo y la modernidad han desarrollado su propia concepción de
desarrollo, la cual permite desarrollarse solamente a los países del centro, a
costa de la negación del desarrollo de los demás pueblos que no han alcanzado
este tipo de desarrollo, porque justamente éste se lo niega, se lo impide y
obstaculiza. Pero esto no sucede sólo por problemas de mercado e
industrialización, sino también por el tipo de sociedad que ésta produce. Esto
es, el tipo de subdesarrollo que produce el capitalismo y la modernidad es una
producción estructural, la necesita producir, necesita producir sus propios
dominados, sus pobres a quienes explotar para ganar más, necesita producir sus
inferiores, sus atrasados y dependientes para poder desarrollarse. En este
sentido, necesita no sólo producir primer y tercer mundo, el centro y la
periferia, sino que necesita que esta diferencia se profundice para que
alcanzarlos a ellos resulte casi imposible, de modo que nosotros nos quedemos
donde estamos y ellos puedan seguir manteniéndose en ese lugar privilegiado;
porque si nosotros empezáramos a desarrollarnos, todos los privilegios,
ganancias y beneficios que les otorga ser países desarrollados del primer
mundo, empezarían a entrar en peligro. Esto quiere decir que, para
desarrollarnos conforme a la imagen que ellos han proyectado de desarrollo,
nosotros tendríamos que empezar a hacer lo que ellos han hecho centenariamente,
explotar el trabajo humano de otros pobres y explotar nosotros mismos a nuestra
propia Madre Naturaleza. Por ello, para poder desarrollarnos, necesitamos
producir otra concepción de desarrollo. En este sentido, no estamos en contra
del desarrollo, sino en contra de un tipo o concepción de desarrollo,
específicamente del tipo de desarrollo que nos ha subdesarrollado, del tipo de
desarrollo que tanto el capitalismo como la modernidad han desarrollado, el
cual estructuralmente necesita producir subdesarrollo de modo paralelo. Sin
embargo, no basta con que, intentando desarrollarnos, decidamos no explotar,
dominar o subdesarrollar a otros; es decir, no basta con tener la intención de
no producir relaciones de dominio y explotación, como si el problema fuese
meramente valórico o de buenas o malas intenciones, sino que de lo que se trata
es de tener una visión clara de la estructura de dominio escondida en el tipo
de desarrollo que se quiere negar para producir o promover la otra concepción
de desarrollo. Porque, siendo el problema estructural, el problema es objetivo,
existe en la realidad, a la que ahora se enfrenta nuestra subjetividad.
…continuara…